HUNDIENDO AL VECINO
Hay ciertas ideas que repito continuamente en mis escritos, aunque quizá las expongo más o menos en función de mi estado de ánimo o de la actualidad del momento. Un tema frecuente es la introspección sobre el propio carácter Español y sobre la realidad social de los españoles. Esto es importantísimo aunque parezca que no, porque estas características personales y de carácter de los ciudadanos es la base para poder generar una determinada política, una forma de sociedad común y para que ciertas medidas socio-económicas tengan éxito.
Una de las cosas que veo más lamentable de nuestro carácter es una falta de empatía terrible sobre los problemas ajenos…No, no es exactamente eso lo que quiero decir, porque en muchas ocasiones más que falta de empatía es una cierta satisfacción, un cierto recochineo cuando vemos que los problemas afectan a los demás y no a nosotros mismos, sobre todo cuando esos otros son personas que han tenido algo que nosotros hemos deseado o hemos lamentado no tener.
Ante la bajada del 5% del sueldo se han dado situaciones a mi juicio lamentables. Si observáis las encuestas la mayoría de gente está a favor de esta bajada. Realmente influyen muchos factores para decidir si estás a favor o no de esta decisión: Si eres votante del PP tenderás a decir que no te parece bien, mientras que si eres un fiel del PSOE buscarás la manera de defender esto. Si eres funcionario obviamente verás esto como un atraco, pero si no eres funcionario no le darás mayor importancia. Todos estos factores son importantes para hacer un análisis de los números, que recuerdo que daban mayoría a los favorables a la bajada aunque no por mucha distancia.
¿Cuál es el factor fundamental de este resultado? Sencillamente, que hay más personas que no son funcionarios que funcionarios públicos.
Si analizamos en cambio que opina la gente sobre la congelación de las pensiones ahí la respuesta cambia radicalmente. La inmensa mayoría está en contra de esta medida, y muchos de ellos son personas que están a favor con la primera medida. Obviamente aquí está clara la motivación del resultado: Todos nos jubilaremos si es que no nos morimos antes.
Las personas opinamos sobre las medidas en función de cómo nos afectan, y hasta ahí es normal. Nadie está a favor de que le quiten los 400 euros ni que le aumenten la edad de jubilación, porque eso afecta a todos. Ahí las reticencias son normales, y si realmente esas medidas son adecuadas hay que hacer una labor de pedagogía importantísima.
Sin embargo en el tema del sueldo de los funcionarios, donde obviamente es normal que los funcionarios estén en contra de la bajada, los no funcionarios no se comportan de forma aséptica. En vez de verlo desde la lejanía, muchas personas les da cierto gustito ver como el funcionario es atacado, “que se jodan los funcionarios” dicen muchos, algunos cambiando “funcionarios” por “los vagos de los funcionarios” para que quede más clara su posición.
He escuchado muchas de estas opiniones en los últimos días a trabajadores del sector privado o autónomos, y generalmente las opiniones iban acompañadas con gestos de satisfacción y/o cierta violencia verbal, mostrando algo de ira escondida. Algunas de estas ocasiones, sobre todo con gente cercana y de confianza, he discutido con estas personas porque me ha parecido que sus opiniones estaban fundamentadas en el odio y en cierta forma de envidia, y no en un análisis pragmático de la situación. Una persona que pretenda tener razón no puede opinar desde las vísceras.
“A los funcionarios no les pueden echar”, “trabajan poco”, “son unos vagos”, “están siempre de baja”…Estos son los argumentos por los que tienen que joderse. Y ojo, muchos funcionarios hacen exactamente lo que estas personas critican, y eso lo sabemos todos. Pero, ¿Y los funcionarios que son trasladados a
Mirad, yo soy de una generación que ha entrado en un mercado laboral difícil. Licenciados e ingenieros mileuristas, que han enlazado contratos de 6 meses durante mucho tiempo. Hemos trabajado en empresas donde te “exigían” que trabajases más horas de las que debías, en empresas donde te miraban mal por irte a la hora que te tocaba salir. Hemos sido becarios cobrando un salario basura. Hemos sido víctimas de la facilidad de despido que tienen los contratos temporales, somos víctimas de la masificación de titulados.
Cuando un licenciado de grupo A cobraba unos 30.000 euros año y tenía un trabajo seguro, los licenciados del sector privado cobraban como auxiliares administrativos con contratos de 3 meses. Eso llevó a que muchísima gente viese en la función pública la única manera de obtener en trabajo decente, incluso a muchos licenciados muy capaces a aspirar a plazas de funcionarios de grupo C que no tenían nada que ver con su formación. Un despilfarro de talento que esta sociedad y este mercado han permitido.
Yo he tenido compañeros químicos, abogados, licenciados en humanidades, etc. Que me han dicho claramente “Yo quiero ser funcionario”; “Bueno pero, ¿Qué tipo de funcionario?”, “Me da igual, de lo que sea”.
Cuando acabé la carrera veía esas actitudes como lamentables, me parecían de un conformismo desolador. Pero cuando conocí el mercado laboral entendí parcialmente a esa gente que veía que uno o dos años de estudio para sacarse una plaza era un esfuerzo que merecía la pena.
Pienso en aquellos que después de conocer la empresa privada, o después de quedarse en paro, han recurrido a las oposiciones como método de labrarse un futuro. ¿Qué estarán pensando ahora? ¿Se les estará pasando las ganas de ser funcionario? La verdad es que no creo, pues lo que ves en el otro lado es aún peor.
Nunca me ha parecido bien esta diferencia entre el mercado privado y la función pública, y he creído que había que igualar un poco (dentro de la lógica y de las particularidades que tiene cada una de las situaciones) a ambos colectivos. Pero pensar que hay que igualar jodiendo a unos para que se acerquen al estado de precariedad de los otros me parece algo suicida y de mentes retorcidas.
Estas ideas tienen algo en común con las quejas sobre los inmigrantes y la acusación de que copan las ayudas sociales y abusan de los servicios públicos. Si bien hay parte de verdad en estos comentarios, una mala orientación de estos impulsos llevaría a la destrucción del sector público y a la eliminación de las ayudas públicas. Con tal de que ciertas personas “no vivan de nuestros impuestos” somos capaces de destruir cosas que seguramente no pueden ser necesarias en el futuro.
Dice el refranero que “cuando veas las barbas de tu vecino cortar pon las tuyas a remojar”. No nos alegremos de las desgracias ajenas, primero y fundamentalmente para no caer tan bajo como personas (Y ojo, esto va para los que opinan con las vísceras, no para los que opinan en base al análisis que esta medida es buena), pero también pensando en que esto nos puede venir en contra.
Tú, que trabajas en un sector económico X, puedes ser víctima de cualquier recorte, o de la propia eliminación de los convenios colectivos, por ejemplo. Piensa como te sentirías si la gente de la calle opinase que los trabajadores de tu sector vivíais muy bien y que aplaude que os bajen el sueldo. Esto puede pasar, y te pagarán con la misma moneda.
Ten mucho cuidado con apoyar las desgracias ajenas, da igual que sea el derribo de las casas de otras personas en un barrio marítimo de Valencia o una bajada de sueldo. Quizá no te gusten las casas marineras o los funcionarios, y estás en tu perfecto derecho, pero estas cosas vienen siempre como un boomerang en contra de uno mismo. La crisis va a ser muy larga, y la tortilla puede dar la vuelta muy fácilmente.